Pocos glaciares explotados turísticamente en Argentina

21/04/2016 | 0:00 | Argentina tiene 14.500 glaciares, pero sólo unas pocas decenas en explotación turística. Para los amantes de los paisajes helados, no todo se reduce a la estrella nacional, el Perito Moreno.
 

Sostenibilidad


De los 14.500 glaciares que hay en la Argentina, sólo un par de decenas son turísticos: algunos pueden ser vistos de lejos, muy pocos son visitados o transitables y la inmensa mayoría son conocidos únicamente por los especialistas que los contabilizan, caracterizan y monitorean, tal como ordena la Ley de Glaciares.

Para la mayoría de los argentinos, la estrella turística es el glaciar Perito Moreno, que deslumbra al mundo cada vez que se rompe el puente de hielo que forma, esta mole de 250 kilómetros cuadrados no es la más grande en su tipo: al contrario, es cuatro veces más pequeño que su vecino, el glaciar Viedma, de 1.000 kilómetros cuadrados, el más grande de todos aunque no concita la misma atención.

El glaciar Perito Moreno se desliza a una velocidad de 100 metros por año, formando una barrera entre el Brazo Rico y el Canal de los Témpanos del Lago Argentino, lo que termina produciendo la tan famosa ruptura de sus paredes a causa de la gran presión que ejerce el agua y que tanta admiración causa entre los turistas.

Cada cuatro años aproximadamente grandes bloques de hielo se desprenden con un estruendo similar al de un trueno de impactante magnitud, tal como sucedió por última vez el pasado 10 de marzo. 

Pero más allá del famoso Perito Moreno, desde Tierra del Fuego a Jujuy, los hielos cubren 5.600 kilómetros cuadrados y la mayor parte de estas formaciones tienen menos de un kilómetro cuadrado, están a mucha altura o en desiertos y a pesar de irrumpir en el paisaje por su blancura, no son vistos por el turismo como objetivo y muchos son desconocidos. 

Los desconocidos glaciares de la Argentina

Entre los miles de glaciares desconocidos del país sobresalen los de colores y entre estos se destaca el Ventisquero Negro, que baja del Cerro Tronador, en Río Negro, a 80 kilómetros de Bariloche y que en temporada recibe hasta 2.000 visitantes, casi nada respecto a la afluencia al Cerro Catedral de San Carlos de Bariloche.

Al glaciar oscurecido por las morenas laterales se puede llegar en coche y tras una caminata de 2.000 metros, pero sólo uno de cada 10 visitantes de Bariloche lo conoce y muy pocos lo han ido a ver, a pesar de tiene como espectáculo adicional una ruta que va entre dos lagos bellísimos.

Junto al Moreno, en el Parque Nacional Los Glaciares, están el Upsala -el segundo más grande, de 765 Km-, el Viedma y el Spegazzini, mientras que yendo en barco por la zona del Chaltén, sobre la parte norte del parque y en cercanías del cerro Fitz Roy, se ven otros cuatro de difícil acceso.

Desde el refugio Otto Meilling, vecino al Tronador, se puede ver el glaciar Castaño Overo; en cuanto al glaciar Los Alerces, existe la posibilidad de cruzarlo a pie hasta un refugio, lo que demanda equipo y formación especial de andinistas, como ocurre con los glaciares del cerro Aconcagua, de Mendoza.

En la provincia cuyana, desde Plaza de Mula se puede llegar al glaciar Horcones Superior que tiene color rojo o similar, y realizar una caminata por el Horcones Inferior, que además tiene la característica de tomar distintas tonalidades de amarillo, debido a las piedras que toca en su lento recorrido de bajada a los valles.

En Neuquén reina el volcán Lanín que cuenta con un gran glaciar en su cara sur y otros más chicos en sus otros laterales, que si bien son visibles desde el valle, su ascenso está calificado de dificultad 3 porque exige dos o tres puntos de apoyo, de manera que es casi sólo para alpinistas entrenados.

En el norte del país aparecen los glaciares desérticos, como en La Rioja, que pueden llegar a ser grandes pero que están a mucha altura, más allá de los 5.000 a 5.500 metros sobre el nivel del mar, por lo que su visita requiere preparación especial. Esos fenómenos pueden ser espectaculares por el contraste de la piedra con el blanco del hielo que al caer arrastran escombros y adquieren colores variados que combinan con sus suelos congelados permanente.

San Juan tiene un glaciar que baja del Calingasta, cuya parte superior es de color amarillo claro y en el medio de tonalidad ocre, lo que lo convierte en un espectáculo extraordinario, pero rara vez visto, ya que allí, como en casi toda esa provincia, el turismo todavía es una actividad en expansión que aún debe aumentar su capacidad de recepción de visitantes.


 

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